D. Francisco Rodríguez Pulido

Las crisis económicas y el suicidio han sido temas de interés en la literatura científica. Desde los estudios de la Gran Depresión hasta las crisis de los grandes gigantes asiáticos y las recientes crisis económicas, se ha investigado su impacto en el suicidio. La crisis asiática ya puso de manifiesto la relación entre crisis económica y suicidio (Chang et al., 2009). La recesión económica en Europa (2008-2010), Canadá (2008-2009) y EE.UU. (2008-2009) (Chang et al., 2013) resultó en un incremento significativo del número de suicidios en estos países. En Europa se estimó, por ejemplo, que el aumento del desempleo en un 1% generó un incremento del 0, 80% de las tasas de suicidios entre personas menores de 65 años. Desde el inicio de la recesión económica en el conjunto de estos tres países se estimaron unos 10.000 suicidios adicionales (Reeves et al., 2014). Asimismo, un estudio en el Reino Unido mostró que las personas con dificultades financieras tenian 1,33 veces más probabilidades de desarrollar trastornos mentales. Las crisis económicas empeoran la salud mental a través de diferentes vías, como la pérdida de empleo, el desempleo de larga duración y las deudas que llevan a la pérdida de la vivienda.